Cinco días y un misterio: Capítulo 2.

 



Capítulo 2: En el pueblo


Ese día me levanté media hora antes de lo normal. Ya tenía hecha la maleta, pero la revisé por si acaso. Llevaba poco equipaje: ropa, móvil y cargador, los cascos y algunas cosas por si me aburría. Íbamos en autobús, el peor medio de transporte si eres un estudiante de secundaria. Cuando eres pequeño, te hace ilusión ir cantando todos juntos y mirar por la ventana. Pero conforme va pasando el tiempo, el adorable viaje en autobús se convierte en un infierno sobre ruedas: duelos de altavoces, papeles volando y la gente gritando más que en un concierto de Beyoncé.


Como todos los días, esperé a Ivy en la esquina y fuimos juntos al instituto. Ya estaba el autobús y la profesora estaba pasando lista. Otra cosa que no me gusta de los viajes del instituto es que nos sientan por orden y siempre acabo al lado de Elías Martínez, el capitán del equipo de baloncesto, donde juega Ivy. Se tira todos los viajes diciéndome que, como soy muy alto (mido 1.95m), me apunte al equipo. A mí no me entusiasma mucho el deporte, sobre todo el baloncesto o el fútbol, porque los de mi clase son muy competitivos y van a por la pelota como si estuviera hecha de oro. Me encanta hacer skate y salgo a correr, pero no me gusta competir, soy una persona pacífica.


El caso es que, después de aguantar 2 horas y media a Elías Martínez, por fin llegamos a Zarres de la Frontera. Nada más llegar, vi el cartel en el que ponía Álex. He dicho “el” porque, cuando hablé por mensaje con mi prima, me dijo que llevaría un cartel en el pusiera mi nombre, para que supiera que era ella. Y por fin la vi: era mucho más bajita que yo, con los ojos azules (es en lo único que nos parecemos) y el pelo rubio. Tenía una nariz respingona sobre la que se veían unas pecas. Llevaba una sudadera ancha y unos pantalones campana con unas deportivas marrones que empezaron siendo blancas. Nada más verme, tiró el cartel y me dió un abrazo que casi me deja sin respiración.


Al verme rojo de vergüenza (porque me abrazó delante de toda la clase) me dijo:


- ¡Primoo! Te has puesto más rojo que un tomate maduro- con un desparpajo que te relajaba y te alegraba al mismo tiempo.


Antes de que respondiera, fue a la señora Dameto y le dijo


- Soy la prima de Álex, Elia, y vivo en este pueblo. ¿Os gusta?


Una cosa en la que se parecen mucho Ivy y mi prima, es que te preguntan cosas y siguen hablando como si nada. Normal que Ivy diga que no hablo, si es que comparado con ella…


Sonia Martín.

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