Premios literarios. Concurso literario exprés.

 



Estaba sentado en una habitación vacía, de una casa vacía, del vacío planeta Marte.

El 4 de mayo del 2092 salí del planeta tierra con un rumbo fijo y una determinación absoluta.                                                                                                                     

 Para el 12 de Octubre de ese mismo año mi viaje ya había terminado, me encontraba aterrizando en la superficie de un planeta rojo como el carmín, casi tan rojizo como el rubor que afloraba de mi rostro al encontrarme ante tal vasta inmensidad.

Mi objetivo era claro, establecer una base, y estudiar y analizar las condiciones en las que el astro se encuentra, puesto que en menos de un par de décadas, a alrededor de mil personas les tocaría llegar al mismo punto en el que ahora me encuentro. Ellos y yo tenemos una leve diferencia, ellos vienen con amigos y familiares; yo, lo hago solo.

La única compañía que he tenido estos 5 meses de viaje ha sido Poppy. Poppy es mi amiga, Poppy aquí es la única opción que me queda para no perder la cordura. Yo la riego, la podo, e incluso a veces la canto, yo se que a Poppy, mi amapola en estado de semisoledad, eso le encanta, ¿o soy yo el que disfruta?

Llevo ya seis meses asentado en este inhóspito astro,  Poppy falleció hace ya dos semanas, poca compañía me queda y mucha soledad me aguarda. Antes del funeral de mi amiga, le retiro el polen de sus estambres, ya que se había empezado a desprender, y no hacía más que depositarse como polvo sobre su cuerpo, no podía permitir eso.

Ella no está, pero su tono rojo granate permaneció, en ella resistió hasta mis últimos días. Desde estos días finales me encuentro escribiendo, dos años han pasado. El paso del tiempo en la hermana escarlata de la Tierra, no me resultó tan bien como a mi compañera. Tampoco fue nada inesperado, al fin y al cabo el tiempo no perdona el tumor que mi sien halla. Me carcome por dentro, se apodera de mí con punzante dolor, deja tras de sí un cúmulo de pensamientos desbordantes que anulan la coherencia en mis pensamientos.

No me entristece, al fin y al cabo yo vine aquí a morir. De hecho me ilusiona la idea e fallecer al lado de mi amiga más fiel.

Abandono mi ya hueco cuerpo, para dejarlo descansar por muchos años más junto a ella; sentado en una habitación vacía, de una casa vacía, del vacío planeta Marte.

Daniel Zurita Rubio 3ºA

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