MESTER DE JUGLARÍA ( I)

 MESTER DE JUGLARÍA




PRIMER CAPÍTULO:



Martín llegó a casa. Volvía del mercado de la plaza, donde había conseguido pescado  para la cena y artesanías varias para su mujer.

-¡María! Ya estoy en casa.

-Ya era hora. Debe faltar poco para que lleguen los juglares del gremio y todavía no he hecho la comida. ¿Había mucha gente en el mercado?

-Muchísima. Este año Santiago está más llena que nunca. Entre los peregrinos habituales y los eventos de las fiestas del Apóstol...


Se interrumpió al oír que llamaban a la puerta.

-¿Quién es?

-Las voces que vienen y van.

Martín corrió (lo que le permitieron sus ancianas piernas) a abrir la puerta. Dos personas, un hombre y una mujer, se abalanzaron sobre él.

-¡Mattius! ¡Lucía! Que alegría veros. No sabía que pasaríais por aquí este año.

-Bueno, no podíamos perdernos las fiestas ni la reunión de nuestro gremio - sonrió la chica.

-Os quedaréis aquí un tiempo? - quiso saber María.

-No, debemos seguir recorriendo el mundo, llevando el Mensaje a todos lados. Pero antes, necesitamos vuestra ayuda - djio Mattius.


Hizo una seña con la cabeza a Lucía y ella empezó a hablar:

-No sabemos dónde acabó el libro de Beato de Liébana, donde comentaba el Apocalipsis y donde estaban los pergaminos con las visiones de Bernardo de Turingia.

-Cuando nos fuimos del Círculo de Piedra, no pensamos en el libro. Los juglares preferimos la memoria y la transmisión oral así que no nos acordamos del manuscrito hasta que … - Mattius hizo una pausa grave.-

Hasta que nos montamos en el barco. Allí, nos fijamos en que varios de los marineros tenían tatuado el símbolo de la secta de los Tres Ojos.


Se hizo un silencio sepulcral en la sala.

-¿La secta que os persiguió para intentar arrebataros los Ejes?

-No sé por qué pero pensé que al morir lady Alinor, la secta desaparecería… como por arte de magia - dijo Lucía.

-Bueno, eso no significa nada. Cercamerón también perdió la vida pero su legado se mantiene vivo en el gremio. - reflexionó Martín - En cuanto a Michel…


Los juglares asintieron. Recordaban muy bien a su amigo. Aquel joven monje que tuvo fe en la humanidad.

-No permitiremos que su historia caiga en el olvido - aseguró Mattius. - Pero si pudiéramos recuperar el libro…

-… podríamos ayudar a la difusión de nuestra aventura. En realidad tiene un valor más simbólico y sentimental, pero no podemos permitir que caiga en manos de los integrantes de la secta. - completó Lucía.

-Os comprendo perfectamente. No os preocupéis, les expondremos el caso a los demás juglares en cuanto lleguen para la reunión.


...


Los demás juglares fueron llegando y fueron sentándose en una larga mesa dispuesta para la ocasión.


Martín tomó la palabra:

-Bienvenidos, amigos míos, a nuestra reunión anual del gremio de juglares. Estoy impaciente por oír vuestras historias y noticias. Pero antes, creo que deberíais escuchar a Mattius y Lucía.


Los dos jóvenes explicaron todo lo que antes habían hablado con Martín. Cuando acabaron, uno de sus amigos, Orazio el Grande, pidió la palabra diciendo:

-Chicos yo creo que  he oído hablar de ese libro.  El mes pasado estuve en Gran Bretaña y aprendí un cantar que a lo mejor nos da una pista sobre el paradero del manuscrito.

Y sin tardar, Orazio cogió su laúd y empezó a contar…


“El mundo empezó un nuevo milenio. Al parecer, todo seguía igual. Estos eran los pensamientos de un anciano encorvado, con una larga barba blanca y ojos brillantes, que observaban la puesta de sol desde un curioso círculo de piedras. Los celtas lo llamaban Stonehenge, el Círculo de los Druidas. 


Guthlac era el último de estos druidas, hombres sabios que vivían en armonía con la naturaleza.

Cuando acabó de admirar la puesta de sol, se percató de que en la hierba había un objeto envuelto.


En una bolsa de tela, había un libro bellamente encuadernado, con piedras preciosas y filigranas doradas.

El druida lo recogió y se lo llevó a su casa, una modesta cabaña entre los árboles. Lo leía de vez en cuando, pero no era de su agrado porque se trataba de un libro de tema religioso.


Allí estuvo el libro hasta que el druida pasó a mejor vida, y todas sus pertenencias cayeron en el olvido.


Hasta que, un buen día, un cazador que andaba por el bosque, se topó con aquel antiguo manuscrito. El joven lo cogió con cuidado y se lo llevó aunos monjes para que lo guardaran en su abadía. Cuenta la leyenda que la sola presencia del libro ayudó a mejorar la economía y bienestar del monasterio.


Pero el joven no dejó de obrar bien. Creció y se convirtió en un famoso arquero, conocido en toda Inglaterra. Su nombre era Robin Hood y su misión era robar a los ricos para dar a los pobres, en nombre de la justicia.”



Orazio terminó su relato con un melódico rasgueo y todos sus compañeros le aplaudieron con ganas.

-Robin Hood… He oído muchas historias acerca de ese hombre. Me pregunto si será real… - comentó dudoso Mattius.

-Tiene que ser real. Es la única pista que tenemos acerca del libro - afirmó Martín.

Lucía estaba llorando desconsoladamente en una esquina de la mesa. Guthlac había sido un amigo para ella y se negaba a aceptar que el último de los druidas hubiera desaparecido para siempre.

Al ver que todos la miraban, se recompuso y después de abrazar a Mattius, declaró:

-Debemos partir hacia Gran Bretaña y buscar a ese tal Robin Hood. Él nos dirá dónde podemos encontrar el libro.


Todos estuvieron de acuerdo y ya se iban a levantar de la mesa, cuando Franz de Bohemia, un juglar rubio de aspecto melancólico, pidió la palabra:

-Conozco un cantar que continúa la historia.

(Continuará...)


Elena Martín( 1BC)



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