Premios literarios "Háblame del agua" (I)

 



Izan Yuste, Vera Bertalmío y Sonia Martín,  son los flamantes ganadores de la ESO  en nuestro concurso literario "Háblame del agua" . Aquí podéis leer sus textos.

PRIMER PREMIO




POR QUÉ EL AGUA DE MADRID ES LA MEJOR

Para responder a esta pregunta, podemos hacer dos cosas: buscar en Google y ver que es por los manantiales de la sierra… o contar un mito griego con el dios del agua como protagonista.

Poseidón estaba de vacaciones, recorriendo sus dominios hasta llegar a las columnas de Heracles. En uno de estos días, su sobrino Hermes le va a visitar. Hermes es mucho más joven que Poseidón: tiene el pelo negro, los ojos verdes y siempre va en chándal con unas deportivas que le hacen ir a la velocidad de la luz. Hermes, como buen mensajero de los dioses que es, le transmite que Zeus está muy enfadado con él. No hace falta decir por qué, ya que Zeus y Poseidón nunca se llevaron precisamente bien, aunque fueran hermanos.

Por mucho ego que Poseidón tuviera, no le hacía ni pizca de gracia probar el rayo de Zeus contra él. Le dio las gracias a Hermes y buscó un sitio para esconderse. Entonces se le ocurrió una gran idea: debía esconderse en un sitio donde Zeus nunca pensaría que estuviera. Seguramente penséis que eso de gran idea tiene poco, pero es que Poseidón no tenía muchas luces que se diga. Así que decidió irse a un lugar sin mar, ni lagos, ni siquiera con un río que tuviera mucha agua.

Y así es como Poseidón acabó en lo que actualmente conocemos como Madrid. Aunque echara de menos el mar con sus criaturas, quería seguir vivo. Poco a poco, se fue acostumbrando a la vida en el continente. La mayoría de los lugareños eran muy agradables, y eso que no sabían que estaban conviviendo con una divinidad. Porque, por si no habías caído, Poseidón no tenía la forma de un dios, principalmente por dos cosas: llamaría mucho la atención y si algún mortal hubiera visto su forma original, se desintegraría inmediatamente. Poseidón había adoptado una forma humana. Si te lo encontrabas por la calle, sólo verías a un joven de treintaipocos años castaño claro con las puntas azules, los ojos verde azulado y lo único raro que le brillaba un poco la piel. La gente, que no sospechaba nada, le trataba como a uno más. Y uno de sus actos de caridad tocó especialmente su corazón humano.

Era una época de sequía en la villa. La gente ya estaba acostumbrada, así que a nadie le faltó comida. Pero a Poseidón le pilló por sorpresa. Poneros en su situación: eres el dios del agua, tienes que huir a donde no hay playa y encima te pilla tiempo de sequía. Pensaréis “Bueno es el dios del agua, perfectamente podría hacer que se acabara”. Pero es que en Olimpo tenían un mapa donde aparecía un puntito en el lugar en el que un dios usaba sus poderes. Entonces, si Zeus veía un puntito en el medio de una península a la que los dioses no solían ir, seguramente se le encendiera la bombilla y fuera a hacerle una visita a Poseidón.

Como comprenderéis, Poseidón se estaba muriendo de hambre y sed. Entonces escuchó que alguien llamaba a la puerta. Era su pequeño vecino, que le traía un montón de granos. Poseidón pensó que era tierra y que el niño se estaba burlando de él, pero él le dijo que lo plantara y lo regara con sus lágrimas. Poseidón hizo lo que el niño le había dicho y, días más tarde, empezó a salir un tallo verde. Los granos eran semillas de salicornia, una planta de agua salada comestible. El dios la regó más, pero esta vez con semillas de felicidad.

Después de aquel gesto, Poseidón se recuperó, retomó su forma divina y quiso que el agua que le había faltado tanto tiempo al pueblo se volviera tan pura como el corazón de aquel niño. Y el pueblo se lo agradeció dedicándole la que es hoy la fuente de Neptuno.

Ahora ya sabéis por qué el agua de esta zona es tan buena. Y con este relato comprobamos que las buenas personas están hechas de acero inolvidable.

SONIA MARTÍN


SEGUNDO PREMIO: 





¿QUIÉN SOY?



Cuando nazcas y te laven la cabecita, yo estaré ahí. Más tarde, cuando tu madre te limpie la mancha de chocolate de los cachetes, yo estaré ahí. Si algún día te cayeras, necesitaras mi ayuda, yo te lavaré la sangre y te curaré las heridas. Cuando compartas tu primer beso, me sentirás repiqueteando sobre tus hombros. Soy la paz en el horizonte y la calma del incendio. Genero guerras indoloras entre niños pícaros. Cuando prometas tu amor, me abstendré de mustiar tus flores, correré las nubes para traerte el sol, me aseguraré de no aparecer. Y hasta el último día en que te vea, mis caricias sobre tu suave piel serán lo único que te calme.

VERA BERTALMÍO 

TERCER PREMIO



Indefensas gotas caían en el pálido y mojado rostro de James.Tosía, al hacerlo, sus pulmones se quejaban y su garganta se llenaba de sangre.Estaba tendido en el suelo, en la posición más incómoda posible.Su ropa estaba empapada, tenía frío y sentía un dolor punzante en la parte derecha de su estómago debido a un disparo minutos atrás.

La lluvia limpiaba la sangre del suelo, incluso de la de su piel, la cual estaba casi al descubierto. Se preguntaba por que no pasaba lo mismo con su ropa. Sabía que no lo haría, evidentemente, pero solo se hacía preguntas tontas para matar el tiempo. Se levantó, jadeando y expulsando más sangre que el agua limpiaba sin ningún tipo de problema. Las piernas le fallaron, supuso él por la pérdida de sangre. Se acomodó lo máximo posible y dejó que la lluvia cayese por su rostro.

Le encantaba, pero a la vez le dolía, sentía como las gotas caían con más fuerza. Supuso que caían más fuerte para que James se percatase de que estaban prestándole atención. Él se limitó a sonreir. Volvió a toser, dejando escapar sangre tiznando sus labios de un color carmín. James aborrecía el carmín. Lloraba, no por la herida, sino porque sabía que, si iba a fallecer, no lo haría solo, sabía que el agua estaría acompañándole. Una gota cayó en su ojo, provocando un picor insoportable al que no iba a prestar atención. Se notaba de color azulado, al fin y al cabo, estaba perdiendo sangre y tenía frío. Sintió un cosquilleo en la herida, era un gusano, uno muy pequeño. Se lo llevó para observarlo, el también estaba mojado, pero no parecía que tuviese frío. Se sintió como un gusano, indefenso, pequeño y empapado. 

De pronto, soltó al gusano lejos de él para volver a concentrarse en el agua. No muchos prestan atención a lo hermosa que es.

Estaba cansado, probablemente resfriado, pero se sentía tan bien acompañado por la lluvia. Sonrió. En un último suspiro susurró un <<Gracias>> y por fin, pudo descansar en paz.

James yacía en el suelo, la lluvia cesó al instante de su fallecimiento.

IZAN YUSTE

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