Cinco días y un misterio: capítulos 6, 7 y 8




 Capítulo 6: Al día siguiente


Me levanté el martes con un gran dolor de cabeza (así es, los cinco primeros capítulos son todos del lunes). Elías estaba vestido y peinado y estaba sentado en la cama con su portátil. Me fui al baño a pegarme una buena ducha para volver a ser persona y cuando salí ya preparado para empezar el día, miré el reloj y casi me da algo: ¡eran las 5 de la mañana! Ya iba a gritar a Elías, cuando me encontré a Ivy sentada en la alfombra mirando al portátil de Elías. Ivy vio mi cara de enfado y me hizo el gesto de bajar la voz y acercarme al portátil. Entonces ví un artículo en el que ponía:


UNA PELIGROSA DELINCUENTE ESCAPA DE SU CELDA Y DESAPARECE

Anoche, hacia las tres de la madrugada, escapó de su celda Rebeca Burciaga, una mujer condenada a 10 años de cárcel por robo e invasión de propiedad ajena. Burciaga trabaja en un banco cuando un día descubrió una transferencia de 10.000 euros a una cuenta bancaria a su nombre desde una cuenta de uno de ese mismo banco que había denunciado horas antes que le faltaba una gran cantidad de dinero en su cuenta. Inmediatamente la arrestaron y la condenaron a 10 años de prisión, de esto hace 2 años. La policía ha empezado hoy a buscarla guiándose por esta foto realizada antes del juicio.


Debajo había una foto de la señora Dameto con menos arrugas y con el pelo negro, cuando ella es rubia de toda la vida, o al menos eso es lo que pensábamos antes de leer eso.

Martínez entonces apagó el portátil y abrió las cortinas para que entrara un poco de luz. Al ver nuestras caras patidifusas, empezó a hablar muy solemnemente, como si fuera descendiente de Sherlock Holmes y llevara resolviendo casos toda su vida:


- Esta noticia es de hace 6 años, es decir que Burciaga cometió ese crimen hace 8 años y que ahora mismo todavía le quedarían 2 años de cárcel. He estado mirando en la web del instituto y resulta que la señora Dameto, que siempre ha sido profe de 2º de bachillerato, ha salido en las 6 últimas orlas, por lo que suponemos que lleva en el centro 6 años, exactamente los mismos que lleva Rebeca Burciaga a la fuga.


Cuando ya había vuelto en sí (yo todavía estaba en shock), Ivy dijo:


- Lo que nos acabas de intentar decir es que ¿la señora Dameto se llama Rebeca?


- ¿Sólo te has quedado con eso del párrafo que te acabo de soltar?


- Bueno, y lo de que en realidad es una fugitiva de la ley y que robó 10.000 euros.


Entonces yo intervine:


- Lo más razonable que hagamos es buscarla y pedirle explicaciones.


Esta vez, también fuimos a su habitación y sí que estaba. Estaba con unas ojeras impresionantes y buscaba como loca debajo de la cama (donde encontramos el maletín). Al vernos, se incorporó y como si no la hubiéramos visto 5 segundos antes, dijo muy calmada:


- Hola chicos, ¡qué madrugadores sois! Si tenéis algún problema con vuestros compañeros de habitación, como me comentaste Alex, decírselo al señor Acebal.


Para que pilléis esta frase, hay que retroceder una semana en el tiempo. Cuando nos dieron toda la información para la excursión, también nos dijeron con quién dormiríamos. Al final de clase, me acerqué a la señora Dameto y le pregunté si me podía cambiar de habitación, porque con Martínez no me llevaba muy bien. Y una cosa que odio es que los profes tratan los asuntos que les cuentas con confianza como si no fueran personales y se los dicen a compañeros profes o a tus hermanos. Entonces, Dameto soltó esta frase tan tranquila sin ni siquiera pensar que estaba delante de la persona sobre la que me había quejado.


Como comprenderéis, la cara de Martínez fue tan expresiva que me olvidé de toda la investigación  y lo que habíamos ido a su habitación que cogí a Martínez y le llevé corriendo a nuestra habitación, aunque hubiera preferido que la tierra me tragara.


Capítulo 7: La conversación es la parte más importante de una relación


Sé que el título es largo y cursi, pero es que este capítulo se basa en conversaciones.


La primera es donde nos habíamos quedado, cuando saqué de allí a Martínez después de que la señora Dameto metiera la pata hasta el fondo. Entonces empecé a hablar súper rápido, porque estaba muy agobiado y temía que se me fueran a cruzar los cables de un momento a otro:


- A ver, lo primero de todo es que conste que eso fue la semana pasada, ahora que nos has empezado a ayudar con la investigación me caes mucho mejor, lo que pasa es que siempre que hablábamos era para decirme que me apuntara al equipo de baloncesto y literalmente, ya estaba harto.


Cuando pude respirar después de haber soltado la parrafada, alcé la vista y me quedé mirando a Martínez, que todavía estaba pensando. Fueron unos instantes muy incómodos hasta que al fin dijo:


- Siento haber sido tan pesado, no era consciente. Lo que pasa es que Ivy habla súper bien de ti y dice que eres genial, y por lo que yo veo, es verdad. En los entrenamientos siempre me exigen demasiado porque soy el nuevo del equipo  y pensaba que si te apuntabas, iba a tener un amigo en el equipo e ibas a calmar las cosas. Además, iba a haber alguien más nuevo que yo, y podría enseñarte las técnicas para que el entrenador viera de lo que soy capaz.


Entonces, me abalancé sobre él y le di un abrazo que nunca hubiera imaginado.


- Bueno, ya está bien de cursiladas y discursos, vamos a volver con las chicas y continuamos con la investigación.


Para refrescaros la mente, habíamos visto a la señora Dameto en su habitación buscando bajo la cama como loca hecha un cuadro y que al vernos se había recompuesto.


Nos encontramos a Ivy y Elia en la cafetería del pueblo y Martínez le dijo:


- ¿Qué preferís, buscar pistas, o hablar con la señora Dameto?


Elia suspiró y dijo tranquilamente:


- Nosotras ya nos hemos adelantado y hemos encontrado una gran pista.

Ivy continuó:


- Cuando os marchasteis, fui a buscar a Elia y le conté lo de Burciaga y nuestras sospechas. Así que a Elia se le ocurrió ir a visitar al señor Domínguez, un señor que en sus tiempos mozos había sido platero. Le enseñamos una foto de la señora Dameto y nos dijo que fue ayer y le preguntó si una cosa era oro. Domínguez se rió y le dijo que no hacía falta ni examinarlo, que eso era más metal que otra cosa, así que la profe le dijo que se lo quedara. Le pedimos esa pieza y cuando nos la trajo ¡era el asa del trofeo!


Yo le dije:


- Es decir, que Dameto robó el trofeo pensando que era oro y quiso comprobarlo yendo al platero. Cuando se enteró de que era metal, le dio igual y le dejó el asa que le faltaba al trofeo al señor Domínguez. ¡Vamos a hablar con la señora Dameto ahora mismo!


Después fuimos los cuatro a buscar  a la señora Dameto que estaba en el patio trasero del albergue hablando ¡con Max! (por si acaso, Max es el reciente ex novio de Elia que casi hace que se marche del pueblo). Cuando nos vió, el chaval salió corriendo sin mirar atrás.


Ivy respiró profundamente y se sentó al lado de la señora Dameto, como nosotros. Entonces dijo con una voz muy calmada:


- Profe, venimos a pedirte consejo. Nos hemos encontrado este maletín y no sabemos de quién es.


Dameto abrió los ojos como platos y soltó sin querer “¡Mi maletín!” mientras se abalanzaba. Ivy se lo quitó de las manos y yo le dije:


- Pero profe, no puede ser suyo que hay unas iniciales grabadas que no corresponden con su apellido. Aunque se me ocurre que a lo mejor es que usted tiene otro nombre, como por ejemplo, Rebeca Burciaga.


La señora Dameto se quedó patidifusa y, de repente, empezó a llorar.


Capítulo 8: La verdad se asoma, y duele


Como sabíamos que esto iba para largo, Elia fue a por unos batidos al bar y nos sentamos en unos taburetes alrededor de la señora Dameto (llamada así por poco tiempo más). La profesora se recompuso e intentó empezar a contar una historia que no olvidaremos:


- Todo empezó hace 8 años. Yo trabajaba en un banco y estaba muy feliz: tenía un salario bueno, un horario decente, compañeros muy majos y un novio millonario cliente mío. Todo cambió cuando se fue de vacaciones a Córcega y me llamó para romper conmigo porque allí había mejores chicas.


Esto último lo dijo como burlándose y las lágrimas ahora eran de ira, pero continuó.


- En un arrebato de furia, me metí en su cuenta bancaria e hice una transferencia de 10.000 euros a mi cuenta, porque era el dinero que se había gastado en mi anillo de compromiso.


- Pero profe, ¿cómo es que tenías la contraseña de su cuenta bancaria?


- Ay Ivy, que sea profe de música no significa que no sepa de informática. Como iba diciendo, la policía me encontró y me condenaron a 10 años de cárcel, pero los 10.000 euros ya no estaban ni en mi cuenta ni en la de él. Me pasé dos años en la cárcel y de repente un día, me llegó una invitación de boda: era la de mi ex novio y su prometida ¡de Córcega! No pude más y a la mínima oportunidad que tuve, me di a la fuga y decidí empezar una nueva vida. Me teñí el pelo y decidí buscar trabajo. La mayoría de la gente me pedía el DNI y entonces tenía que echarme atrás. Entonces, llegué a la ciudad y me encontré con el señor Bravo, el director del instituto. Él me comprendió y me dió el trabajo dejándome cambiar el nombre y con una especie de libertad condicional. Por último me cambié el apellido a Dameto, que en corso significa “maldita sea”.


Entonces yo, que estaba apuntado todo en el móvil, me paré y pregunté:


- Esto nos ha resuelto la parte del maletín y del artículo, pero ¿el robo del trofeo?


- Espera, ¿también sabéis eso?. Bueno, esto es más corto de contar. Aunque tuviera una nueva vida, había unas cosas que tenía que evitar, como salir en fotos o vídeos públicos, en las orlas sí porque no se podían filtrar fuera del centro. Pero un día una niña llamada Ivy me grabó en su canal de Youtube público que podía ver todo el mundo.


Elia se giró descaradamente hacia Ivy que se había quedado sin palabras. Por si no os acordáis, al principio de la historia os conté que “Ivy tiene un canal de youtube para desahogarse o para enseñar sus entrenamientos de baloncesto, pero también le gusta grabar su día. Y en uno de esos días, teníamos clase con nuestra profesora de música, que nadie nunca ha conseguido alguna imagen de ella, así que el vídeo se hizo muy popular en el barrio”.  Nunca pensé que un canal con 500 suscriptores tuviera tanta importancia.


- Pero, ¿qué ha tenido que ver mi canal con tu vida de delincuente?


- Poco después de publicar el vídeo, me llegó un correo electrónico en el que ponía “Un ex es para toda la vida, al contrario que el dinero. Después de tanto tiempo que te he dado, ya es ahora de que me lo devuelvas. Nos vemos en el banco en el que empezó todo, señora Dameto. ¿O debería decir Rebeca Burciaga?”


Martínez, que se había dejado las uñas, le preguntó ansiosamente como si fuera un niño pequeño al que le cuentan un cuento:


- ¿Qué pasó luego? ¿Qué hizo después de recibir la carta?


- Bueno lo primero de todo me rayé, empecé a marearme y entré en pánico. Después, fue a ver al señor Bravo y se lo conté, como había hecho 6 años atrás. Estuvimos hablando y decidimos hacer esta excursión y que yo me quedara a vivir en este pueblo y desapareciera del mapa hasta dentro de mucho tiempo. No me hacía mucha gracia perder el contacto con la humanidad, pero quiero seguir viva. Me traje todas mis posesiones, pero cuando vi el trofeo se me ocurrió una gran idea. En el tiempo libre, robé el trofeo. Tenía pensado venderlo y así ganar los 10.000, porque pensé que era de oro. Para asegurarme quise llevarlo a un antiguo platero.


Como ya sabíamos esta parte, Elia le interrumpió y continuó.


- Pero para que no se notara que era el trofeo que casualmente había desaparecido, decidiste sólo llevar un asa y tiraste la placa, para no levantar sospechas. Cuando el señor Domínguez te dijo que eso era metal, te arrepentiste y le diste el asa, volviéndote a centrar en el verdadero plan: quedarte aquí como proscrita hasta que tu ex se haya olvidado de ti.


La señora Dameto (que a partir de ahora la llamaremos Rebeca) la miró intentando recordar quién era y todavía sin creerse que sabíamos mucho más de lo que pensaba.


- Aunque ahora mismo penséis lo peor, de mí tenéis que ayudarme a desaparecer y no dejar rastro. ¿Lo haréis?


No hizo falta hacer piña y hablarlo con pepperoni y bongos como se suele hacer en las decisiones importantes (seguramente digáis: Álex, ¿por qué lo de pepperoni y bongos?, pero mi pregunta es ¿Y por qué no?) simplemente la miramos todos y dijimos al unísono.


- ¡Sííííííííííííííííííííííííííííííííííí!


( Muy pronto el desenlace final)


Sonia Martín



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