Cinco días y un misterio: capítulo 3,4 y 5





Capítulo 3.La maldición

Tras la presentación de mi prima, fuimos al albergue de mi tío tercero, el señor Acebal.

Era un señor muy serio, pero no tuve que mantener una conversación con él.

Por suerte, apareció un chaval que nos tranquilizó diciendo que estaba muy estresado (mi tío, no él) porque “era supersticioso”. Ninguno de nosotros entendió eso, pero a los de ese pueblo eso les parece una buena razón.

Mientras nos distribuía me puse a analizarle. Era de mi misma altura, con los ojos verdes y el pelo engominado de color negro. Llevaba un polo por el que se asomaban unos brazos muy fuertes. Al darse cuenta de que le miraba, me sonrió, cosa que hizo que me pusiera rojo. Pero antes de que pudiera decir algo coherente, Elia apareció y se saltó encima del chaval. Cuando vio que yo estaba ahí, dijo (todavía subida encima):

- Hola Álex, veo que ya conoces a mi novio Max. Trabaja aquí de botones. ¿No es adorable?

Y el chaval me estrechó una mano mientras decía sonriendo:

- Así que tu eres Álex, el primo del que Elia lleva toda la semana hablando. ¿Cómo estás?. Espero que mi suegro no te haya asustado. Es que con todo lo de la maldición…

Y antes de que acabara de respirar, Ivy apareció y dijo perforándome el oído:

- ¿De qué maldición estamos hablando? De muertes, sequías, maleficios…

Y mi prima nos contó de qué iba todo ese rollo:

- Hay una leyenda que cuenta que, hace siglos, una forastera apareció por aquí y pidió un cuchillo a todos los del pueblo, pero nadie se lo dio pensando que era un psicópata. Tras preguntar a la última persona del pueblo, se fue diciéndo que una dura desgracia caería sobre Zarres, tan dura como nuestros corazones aquel día. Ninguno de los lugareños se asustó, al menos aquella noche. A la mañana siguiente, la forastera apareció decapitada en medio de la plaza y todos los cuchillos de las casas aparecieron ensangrentados, pero ninguna de las manchas de sangre se podían quitar, y la cosa no acabó ahí. Todos los años, por las fechas en las que ocurrió esto, nuestros cuchillos acaban cada vez más manchados de sangre y, según dicen, cuando todos los filos de los cuchillos estén rojos completamente, nuestro pueblo desaparecerá y todo el mundo que vive en él.

Tanto Ivy como yo nos quedamos mudos. Esto acababa de dar la vuelta a la tortilla. Elia señaló un cuadro que había al fondo del vestíbulo del albergue mientras decía:

-¿Veis? Esta imagen representa la maldición que nos echó la forastera. Es de esa misma época, por lo que la gente está representada tal y como era. Lo pintó un antepasado de Max.

Entonces, Ivy se acercó al cuadro y señaló una de las personas representadas, a lo Elia le dijo que esa misma era la forastera psicópata. Justo después de decir eso, Ivy me arrastró para que la viera bien y me preguntó muy seria:

- Mira bien, Álex. ¿A quién te recuerda la forastera?

Y entonces dijimos a la vez:

- ¡¡¡¡La señora Dameto!!!!

 Tras la presentación de mi prima, fuimos al albergue de mi tío tercero, el señor Acebal.

Era un señor muy serio, pero no tuve que mantener una conversación con él.


Por suerte, apareció un chaval que nos tranquilizó diciendo que estaba muy estresado (mi tío, no él) porque “era supersticioso”. Ninguno de nosotros entendió eso, pero a los de ese pueblo eso les parece una buena razón.


Mientras nos distribuía me puse a analizarle. Era de mi misma altura, con los ojos verdes y el pelo engominado de color negro. Llevaba un polo por el que se asomaban unos brazos muy fuertes. Al darse cuenta de que le miraba, me sonrió, cosa que hizo que me pusiera rojo. Pero antes de que pudiera decir algo coherente, Elia apareció y se saltó encima del chaval. Cuando vio que yo estaba ahí, dijo (todavía subida encima):


- Hola Álex, veo que ya conoces a mi novio Max. Trabaja aquí de botones. ¿No es adorable?


Y el chaval me estrechó una mano mientras decía sonriendo:


- Así que tu eres Álex, el primo del que Elia lleva toda la semana hablando. ¿Cómo estás?. Espero que mi suegro no te haya asustado. Es que con todo lo de la maldición…


Y antes de que acabara de respirar, Ivy apareció y dijo perforándome el oído:


- ¿De qué maldición estamos hablando? De muertes, sequías, maleficios…


Y mi prima nos contó de qué iba todo ese rollo:


- Hay una leyenda que cuenta que, hace siglos, una forastera apareció por aquí y pidió un cuchillo a todos los del pueblo, pero nadie se lo dio pensando que era un psicópata. Tras preguntar a la última persona del pueblo, se fue diciéndo que una dura desgracia caería sobre Zarres, tan dura como nuestros corazones aquel día. Ninguno de los lugareños se asustó, al menos aquella noche. A la mañana siguiente, la forastera apareció decapitada en medio de la plaza y todos los cuchillos de las casas aparecieron ensangrentados, pero ninguna de las manchas de sangre se podían quitar, y la cosa no acabó ahí. Todos los años, por las fechas en las que ocurrió esto, nuestros cuchillos acaban cada vez más manchados de sangre y, según dicen, cuando todos los filos de los cuchillos estén rojos completamente, nuestro pueblo desaparecerá y todo el mundo que vive en él.


Tanto Ivy como yo nos quedamos mudos. Esto acababa de dar la vuelta a la tortilla. Elia señaló un cuadro que había al fondo del vestíbulo del albergue mientras decía:


-¿Veis? Esta imagen representa la maldición que nos echó la forastera. Es de esa misma época, por lo que la gente está representada tal y como era. Lo pintó un antepasado de Max.

Entonces, Ivy se acercó al cuadro y señaló una de las personas representadas, a lo Elia le dijo que esa misma era la forastera psicópata. Justo después de decir eso, Ivy me arrastró para que la viera bien y me preguntó muy seria:

- Mira bien, Álex. ¿A quién te recuerda la forastera?

Y entonces dijimos a la vez:

- ¡¡¡¡La señora Dameto!!!!



Capítulo 4: ¿Un espíritu o una profesora?


Nos habíamos quedado en Ivy y yo gritando al ver que la señora que había lanzado el maleficio era nuestra profe de música, la misma que había organizado la excursión.


Ivy ya había empezado a delirar:


- Ahora todo tiene sentido. No quería que le sacaran fotos porque sino se descubriría que es un fantasma y ahora quiere que vayamos a este pueblo para ver cómo el pueblo desaparece con nosotros dentro.


Pero se equivocaba totalmente. Fuimos los cuatro hasta el bar de la plaza, donde la señora Dameto estaba tomando un café. Ivy le gritó desde lejos:


- ¡Profe! ¿Por qué nos has traído a este sitio?

- Bueno, vi varios festivales en Google, también estaba el de Salamanca, el de…


Entonces, mientras seguía hablando, me vino algo muy importante a la cabeza. Me llevé a Ivy aparte y le dije:


- Ivy, la señora Dameto no es un fantasma. Porque cuando grabaste el vídeo de Youtube, apareció y no pasó nada raro. Tan sólo es paranoica a nivel extremo.

Ivy lo comprendió y cuando fuimos a cortar la conversación escuchamos algo que nos dejó congelados.

- … además, un chaval de aquí me llamó diciendo que tenía que traerlos aquí por una cosa rara que no comprendí. Me dijo que trabajaba en el albergue y , ¿cuál era su nombre?. Ah, ya me acuerdo. Se llamaba Max.

Los cuatro, incluyendo a Max, nos quedamos sin palabras. Me recompuse rápido y le dije a la señora Dameto que gracias por prestarnos su tiempo y que siguiera disfrutando de su café. Max se dió la vuelta callado, yo iba pensativo. Elia e Ivy iban hablando.

Mientras subíamos una rampa, Ivy le hizo una llave a Max. Entonces Elia le dijo:

- ¿Por qué querías que viniera una señora clavadita a la del cuadro? ¿Qué me has estado ocultando, Max? ¿O también me has ocultado tu verdadero nombre?

Max ya no pudo más y empezó a ponerse rojo. Le ayudé a levantarse y fuimos a un banco. Max empezó a hablar:

- Mi antepasado era el alcalde de Zarres cuando la forastera pasó por aquí. La mañana en la que apareció muerta, los habitantes fueron a echarle la culpa a mi antepasado por haber sido tan duro y le acabaron desterrando del pueblo. Antes de irse clavó a la pared del ayuntamiento un cuadro que había aparecido en su mesa por la mañana, que representaba a la forastera echando la maldición a Zarres. Pero había una cosa extraña: la cara de la forastera estaba en blanco, con una interrogación en el medio.

Después de 50 años, mis bisabuelos volvieron al pueblo. Ya nadie se acordaba de lo de la maldición y el ayuntamiento se había convertido en una posada, que la llevaban los Acebal, la familia que desterró a mi antepasado. Mis bisabuelos se mudaron y volvieron a empezar la vida aquí, pero los Acebal les siguieron teniendo rencor.

Por primera vez desde que había empezado su relato, Max subió la cabeza y miró a los ojos de Elia, que le miraba angustiada y preocupada. Max continuó hablando:

- Tu padre siempre me ha mandado más trabajo y ha sido muy duro conmigo por aquello. Me fui a estudiar un curso de restauración de cosas antiguas en Burgos y cuando volví, me dijo: “Pensaba que te habías ido para siempre, como tu antepasado”. Eso fue la gota que colmó el vaso, y decidí vengarme de los Acebal. Encontré a la señora Dameto en internet y la llamé hablando del concierto de música de todos los años. Luego durante una noche, me dediqué a calcar su cara en la interrogación de la cara de la forastera. Mi idea era mostrarle el cuadro al señor Acebal y luego decirle que la señora Dameto venía. Es muy supersticioso y había muchas probabilidades de que dejara el pueblo y así desaparecer de mi vida. Pero no había contado ni contigo ni con tus ojos azules tan bonitos…

Esto ya no había quien lo aguantara. Menos mal que Elia decidió tomar las riendas de la situación y levantándose dijo:

- Mira Maximiliano Toro, esto ya no hay quien lo resuelva. Te has flipado bastante con lo de la maldición y has querido que mi padre se marchara de aquí, aunque eso significara que yo también me fuera. Esto ha sido un golpe muy duro en nuestra relación y me está haciendo plantear si de verdad eres quien yo pienso. Lo mejor va a ser darnos un tiempo, que a lo mejor es permanente. Si quieres seguir trabajando en el hostal, allá tú, pero yo no seguiría ese camino.

Nada más decir eso, Elia nos cogió del brazo a Ivy y a mí, que nos habíamos quedado sin palabras.

Cuando llegamos al hostal, nos vino Elías Martínez diciendo que nos cambiáramos de ropa y fuéramos a la plaza, que iba a empezar el concurso de música celta, que era la razón por la que habíamos venido al pueblo.


Yo me puse camisa y vaqueros, mientras que Ivy se había traído un mono blanco de manga larga con sandalias doradas que le resaltaba la piel. Llegamos justo a tiempo y vimos que Elia era la encargada de destapar el premio. Iba guapísima, con un jersey negro ajustado y unos pantalones elegantes marrones con unas botas negras y joyería dorada que parecía antiquísima. La banda del pueblo comenzó a tocar y Elia quitó un paño que cubría a una vitrina en medio del escenario. Entonces el pueblo entero dió un respingo e incluso la banda dejó de tocar. Elia miró a la vitrina y se puso pálida: ¡El trofeo había desaparecido!


Capítulo 5: Cada vez más raro…


Antes de que Elia pudiera decir algo, el señor Acebal subió al escenario y anunció que el concurso se aplazaría hasta que el trofeo apareciera. La madre de Elia (la prima de mi madre) nos dijo que habían hablado previamente con la señora Dameto y que de todas maneras nos iríamos el viernes, pero que por si acaso la volviéramos a preguntar. Martínez (siempre llamamos a Elías así) y yo fuimos a su habitación mientras que Ivy iba a consolar a Elia. Llamamos a la puerta y como no contestaba, abrimos la puerta. En la cama estaba el trofeo, pero con dos diferencias: la placa había desaparecido y le faltaba un asa. Rápidamente, bajé a darle el trofeo a mi tía y Martínez fue a avisar a Ivy y Elia.


Entonces nos dividimos: Martínez y Elia se fueron a preguntar por el pueblo mientra que Ivy y yo íbamos a ver si en su habitación encontrábamos algo. La verdad es que la señora Dameto tenía la habitación bastante ordenada pero con demasiadas cosas, como si fuera la habitación de su casa. Yo iba mirando las cosas y dejándolas en su sitio de nuevo pero Ivy lo revolvía todo y hasta se metió debajo de la cama de la señora Dameto. Precisamente de ahí fue de donde sacó un maletín de cuero en el que estaban grabadas las iniciales R.B. Estaba cerrado con llave. Cuando íbamos a irnos, escuchamos una voz que nos paró el corazón.

- ¿Qué hacéis vosotros husmeando en las habitaciones de los clientes? Desde que Max se me ha ido, me toca recoger todo - Nos dijo mi tío con una cara de muy malas pulgas.


Nos disculpamos rápidamente y salimos a reunirnos con Martínez y Elia y les contamos que habíamos visto un maletín. Y de repente, Ivy lo sacó de su mochila. Entonces le dije:


- ¡Ivy, ¿qué haces con el maletín de la señora Dameto?!


- A lo mejor no es de la señora Dameto. Sus iniciales no coinciden con su nombre ni su apellido. Así que hay dos opciones: ha robado el maletín o tiene otra identidad.


Martínez, que llevaba tiempo sin hablar, comentó:


- Realmente no sabemos el nombre de la señora Dameto. A lo mejor se llama Rosa Verónica Dameto.


Intentamos abrir el maletín pero estaba cerrado con llave. Como ya era de noche, nos fuimos a nuestras habitaciones, que desgraciadamente me tocaba compartir con Martínez.


Sonia Martín.

( Continuará....muy pronto los últimos capítulos)

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