Fotos.
FOTOS
Nos situamos en Noruega, en 1984.
En un pequeño pueblo, cerca del mar, una chica
de cabellos claros y ojos azules se encontraba en su habitación, preparándose
para dirigirse a la escuela. Darcy cogió la mochila, y miró con sus ojos color esmeralda,
el reloj de muñeca que marcaba las ocho en punto.
Salió de su casa de madera y cogió su
bicicleta para dirigirse al instituto. Mientras el viento se refrescaba su cara
cubierta de pecas intentaba concentrarse, a primera hora tenía un examen muy difícil.
Darcy era una chica alegre, habladora, y
bastante buena en los estudios, pero hace unos días que está callada, triste, y
lo único que hace es encerrarse en su habitación para hacer los deberes. Tiene
a la familia y sus amigos preocupados, y lo sabe, pero le da igual.
Para poder entender su situación vamos a
volver atrás una semana y media…
Darcy estaba en su habitación riéndose con su
mejor amiga, eran inseparables, se conocen desde los tres meses, Tara.
Tara era una chica tranquila, muy lista, y al
igual que Darcy muy alegre, un poco tímida, pero habladora. Tara tenía el pelo
marrón, ondulado, la piel de un color moreno muy bonito, y los ojos alargados y
azules.
Se encontraban intentado realizar un trabajo
para Historia, pero… se habían pasado la tarde haciendo el tonto. Les dieron
las diez, y Tara tuvo que volver a casa.
A la mañana siguiente cuando Darcy estaba a la
puerta del instituto, sonó el timbre, que indicaba que debían entrar en clase. Tara
no vino ese día, pero Darcy no le dio importancia. Cuando volvió a su casa,
preguntó si podía ir a visitarla por la tarde.
A las cuatro, se dirigió a la casa de Tara,
contenta, deseando poder hablar con ella. Al llamar a la puerta se sorprendió
al ver que la abría la madre de Tara, con los ojos húmedos como si estuviera a
punto de llorar. La madre de Tara la invitó a pasar.
Después de una hora en la que la madre de Tara
le había informado a Darcy de que Tara ayer no volvió, que mandaron a la
policía pero que siguen sin encontrarla, Darcy salió por la puerta con los ojos
irritados por llorar. Por esta razón, Darcy ya no va saltando de emoción de
calle en calle, y no se le ha oído reír, por eso siempre está ausente y no
hable alegremente como antes.
Volvamos al presente:
Darcy acaba de llegar a su instituto, un
pequeño y acogedor edificio de colores claros. Darcy aparca la bicicleta y se
adentra al edificio, llega a su clase y saca el material necesario para su
examen.
Seis horas más tarde suena el timbre, Darcy
recoge sus cosas y vuelve a casa, ausente, con la mirada perdida y sin haber
pronunciado una sola palabra en lo que llega de día.
Al llegar a su casa, no encuentra sus llaves,
revuelve toda su mochila angustiada, pero… no están. Darcy ahoga un grito, sus
padres no estaban en casa y tardarían mucho en volver, en un caso así llamaría
a Tara… pero… no puede.
Darcy cae sobre sus rodillas, pensando algún
tipo de solución y observando atentamente la casa.
De pronto Darcy se pone de pie, coge su
mochila y se dirige a la parte trasera de la casa, y al observarla se alegra de
estar en lo cierto; Darcy siempre deja una ventana abierta, bueno… en realidad
no es lo que haga a posta es que nunca ha conseguido entrar en la habitación a
la que pertenecía, y… aunque lo que ha intentado muchas veces, su madre siempre
la pillaba.
Darcy se acercó, asomó la cabeza y su pelo
ligeramente ondulado, cayó como una cascada tras el alféizar. Arrojó la mochila
a la habitación y tras ella, se metió por la ventana.
Era una habitación muy pequeña, y lo poco que
había en ella estaba cubierto de polvo. En medio de la habitación había una
cuerda, muy larga, que colgaba del techo. A Darcy no se le ocurrió otra cosa
que tirar de ella.
Al hacerlo bajó lentamente y a tropezones una
escalera oxidada, que chirriaba al moverse. Cuando terminó de bajar, Darcy
observó el hueco que había dejado la escalera al desplegarla, en el techo no se
veía nada, solo oscuridad.
Darcy, con mucha curiosidad, se armó de valor
y subió por la escalera… hasta que se encontró a oscuras totalmente.
Suponiendo que ya había llegado a su destino,
Darcy entró en la habitación a la que daba la oxidada escalera. Y, a ciegas,
intentó buscar una cuerda de la que tirar para alumbrar la habitación. Después
de numerosos golpes y de haber recorrido toda la habitación, encontró lo que
buscaba, una cuerda que colgaba sobre su cabeza le dio en la nariz, tiró de
ella esperando que se encendiera una luz, pero la habitación seguía a oscuras.
Darcy frustrada pegó un golpe al suelo, y acto
seguido la bombilla empezó a parpadear, y por fin, se hizo la luz en toda la estancia.
Era una habitación con tonos amarillentos,
cálida y acogedora, pero muy, muy vieja y mal cuidada. Estaba llena de cajas,
trastos y cosas antiguas, y todo, absolutamente todo, cubierto por polvo y
telarañas.
Entre todas las cosas que allí había, una en
concreto consiguió llamar la atención a Darcy: un baúl. Tenía algo especial, no
sabría decir el qué, pero tenía algo distinto y Darcy lo sabía.
Se acercó al baúl de color caoba y con adornos
de bronce al igual que la cerradura. Darcy lo abrió cuidadosamente con sus
delgados dedos.
Se encontró objetos antiguos, fotos, sobre
todo, Darcy pudo reconocer a la hermosa chica que aparecía en todas ellas: era
su abuela Margaret.
Darcy sostuvo entre sus manos una foto en la
que su abuela salía con su pelo largo y suelto, revoloteando seguramente por el
viento, estaba de perfil, sobre un banco, en una montaña, mirando al horizonte.
Le pareció una foto maravillosa.
Emocionada, y sonriendo por primera vez en
bastante tiempo, cogió la siguiente foto con delicadeza, en esta su abuela se
encontraba de frente, con un gorro y un gran abrigo y con el pelo y las
pestañas cubiertas de pequeños copos de nieve.
Darcy cerró los ojos por un momento y se
imaginó estar allí, donde la foto, con las calles llenas de nieve, junto a un
café, en Londres, pudo saber porque estaba apuntada con pluma la fecha y el
lugar exacto donde hicieron la foto.
De repente, un sonido aturdidor y un temblor
del suelo, desconcentraron a Darcy que intentó ponerse de pie sin saber muy
bien lo que estaba pasando, pero al hacerlo se resbaló, y cayó de bruces al
suelo…
Un frío insoportable la despertó unos minutos
más tarde. Se levantó y abrió los ojos. Se encontraba hundida en la nieve, en
una calle, al lado de una cafetería. Darcy se frotó los ojos pensando que era
su imaginación… pero al abrirlos seguía allí. Volvió a frotárselos, pero no
pasaba nada.
Darcy no entendía nada, pero miró a su
alrededor, dio una vuelta sobre si misma hasta volver a encontrarse enfrente
suya el café. Se quedó observando el cartel… y … se dio cuenta de que… era
misma cafetería que la de la foto de su abuela.
Se apartó el pelo de la cara, observó otra vez
y respiró hondo, le salió un vaho blanquecino de la boca, el frío era casi
insoportable.
A Darcy sólo se le ocurría una alocada e
imposible idea, de alguna forma que ella no terminaba de entender, había
viajado al pasado.
Una corriente de aire heladora, hizo estremecerse
a Darcy, que automáticamente se metió en el café para calentarse.
Pidió un chocolate caliente, pero al hacerlo
nadie la entendió, recordó que estaba en Londres, y con el poco inglés que le
habían enseñado en la escuela consiguió pedir lo que quería.
Se sentó cerca de la ventana observando cómo
caían los copos de nieve, pensando en una solución, para poder volver a casa.
Pensó que si al haber tocado la foto se había teletransportado… Darcy mostró
una amplia sonrisa en su rostro pálido, solo tenía que buscar una foto del
presente para volver… pero… Darcy volvió a su cara seria; en el pasado no hay
fotos del presente, o sea, su futuro.
Cuando para Darcy todo parecía oscuridad… alzó
al frente la cabeza y pudo observar con sus entristecidos ojos un cartel que le
llamó la atención. Era un cartel de “se busca”, como el de un criminal, y a
Darcy le pareció reconocer la cara que estaba plasmada en el cartel. Darcy
salió a verlo más cerca, se sorprendió y extrañó al ver la cara, ¡era Tara!,
era inconfundible, Darcy emocionada fue en busca de más carteles, suponiendo
que por donde más hubiera es por donde más veces habría aparecido, por lo que a
lo mejor la encontraba.
Cuando fue a salir en su busca, el propietario
de la cafetería salió furioso, porque no le había pagado. Darcy salió corriendo
lo más rápido que pudo. Llegó a una especia de plaza donde abundaban tiendas y
los carteles de Tara, Darcy, cansada, se sentó junto a una pared, cerró los
ojos y pensó en qué estaría haciendo Tara, Darcy cayó en un sueño profundo…
Tara salía alegremente de la casa de Darcy,
tras haber estado toda la tarde intentando realizar un trabajo de Historia.
Caminaba por el sendero que daba a su casa por una noche oscura, muy oscura,
debido a la luna nueva que se escondía en el cielo y entre las grandes y
oscuras nubes que no dejaban pasar las claras y diminutas luces de las
estrellas.
De pronto Tara escuchó unos pasos y… ¿unos…
siseos? No tenía muy claro qué pasaba, se estremeció e intentó poner oído,
pero… ya no se escuchaba nada. Tara pensó que habría sido su imaginación, y
cuando fue a dar un paso para comenzar con su camino, un sonido aturdidor y el
temblor del suelo, la hicieron resbalarse y darse un golpe quedando
inconsciente.
Minutos más tarde, una voz melodiosa despertó
a Tara, que se encontraba en una plaza con abundantes tiendas. Al espabilarse
Tara pudo reconocer que no estaba en su pequeño pueblo de Noruega, se levantó
bruscamente asustando a la señora que la había levantado, y salió corriendo
hacia un callejón, cubierto de hierbas y cajas que la gente tiraba.
Tara se puso a pensar y se le ocurrió una
maravillosa idea para saber dónde estaba, salió del callejón y empezó a buscar
a alguien que vendiera periódicos. Tras mucho tiempo encontró lo que buscaba,
pidió un periódico y al acordarse de que no tenía dinero salió corriendo de
vuelta a su callejón. Al llegar miró el periódico, se quedó helada al ver el
lugar y sobre todo el año en el que estaba: se encontraba en Londres en … 1900.
Desde este día, Tara ha estado “viviendo” en
el callejón y se ha dedicado a robar, por lo que ahora abundan carteles suyos
por toda la ciudad.
Una semana y media más tarde.
Tara volvía a la plaza, cubierta por una capa
oscura de algodón, al llegar vio a una chica de cabellos claros, ojos verdes y
la cara cubierta de pecas, dormida junto a una pared. Tara reconoció enseguida
ese rostro, corrió hacia ella, y al hacerlo la capucha dejó de cubrir su cara.
Al llegar hasta Darcy, Tara enseñó una amplia
sonrisa y le apartó el pelo de la cara a su querida amiga. Acto seguido, una
señora a la que Tara había robado un par de veces salió de su tienda de ropa al
haberla reconocido. La señora la gritó y Tara salió corriendo de vuelta a su
escondite.
Darcy notó una mano que le apartaba el pelo,
abrió los ojos y pudo ver el rostro de su amiga de perfil, ya que miraba a una
señora que gritaba.
Tara salió corriendo, y después de ponerse en
pie, tras ella salió Darcy.
Darcy aún aturdida, trataba de seguir a Tara
que no paraba de meterse por sitios extraños. De repente vio que tara se metió
en un callejón, la siguió y la vio sentada sobre un tronco.
-¡Tara!- exclamó con los ojos húmedos.
Tara se giró hacia ella, se levantó y corrió a
su encuentro, se abrazaron lo más fuerte que pudieron y luego se sentaron a
hablar.
-Pensé que nunca volvería a verte- empezó
Darcy inclinando la cabeza.
-¡Ni yo!, verás, es que…
Tara le contó todo lo sucedido a Darcy, y
Darcy le explicó cómo llegó y que la estaban buscando.
Tara fue a levantarse para acercarse a Darcy,
cuando de su abrigo cayó lentamente un papel doblado. Tara lo recogió y lo
abrió.
-¡Anda!- exclamó- es la foto que nos hicimos
en tu casa cuando estábamos haciendo el trabajo- sonrió apartándose los rizos
de los ojos.
-¡A ver!- exclamó entusiasmada Darcy.
Observaron alegremente la foto, y comentaron
lo bien que se lo pasaron ese día. Cuando de repente Darcy exclamó algo, y le
recordó a Tara cómo había llegado hasta ahí.
Tara y Darcy se concentraron en la foto y en
que querían volver.
Un sonido aturdidor que rápidamente
reconocieron, y el temblor del suelo, las hizo caer a ambas al frío suelo del
callejón.
Cinco minutos más tarde despertaron en la
habitación de Darcy, pero no el día de la foto, sino el día en el que Darcy
había encontrado la foto de su abuela, como pudieron averiguar gracias al
calendario de su habitación.
Entusiasmada y más felices que nunca bajaron a
la cocina para comer.
Media hora más tarde la madre de Darcy entró
en casa y se quedó paralizada al encontrar a Tara y Darcy comiendo y riendo
juntas.
Tara y Darcy se inventaron una historia en la
que Darcy encontraba a Tara heroicamente.
Tara volvió a casa, donde la acogieron con un
gran abrazo.
Y Darcy se convirtió en una heroína. Todo el
pueblo la consideraba como tal.
Todos los días a partir de este, Darcy y Tara
se plantean porqué les pasó lo que les pasó. Aunque eso no se ha interpuesto
nunca entre sus vidas.
NOTA DE LA AUTORA:
Quería escribir sobre una persona corriente,
como podría ser yo, a la que por ciertos actos se la acaba considerando una
heroína, sin ser hija de ningún dios, o sin ningún superpoder.
Todos podemos ser, a nuestra manera, héroes.
Elma Huerta 1° ESO B