Leyendo se entiende la gente: Rayuela, de Cortázar

 


RAYUELA
DE JULIO CORTÁZAR

 

Cuando leí “Rayuela” de Julio Cortázar yo tenía 17 años, y lo hice por recomendación de mi profesora de literatura en el último año del instituto. No sé si su elección fue fruto del azar o porque me conocía mejor de lo que yo misma lo hacía entonces, pero lo cierto es que la novela me impactó como no recuerdo que lo haya hecho ningún otro libro.

Para la adolescente que yo era, que intuía que algo no iba bien en nuestro mundo, “Rayuela” supuso el descubrimiento de otra forma de enfrentar la vida y la literatura. Acompañaba a sus personajes por París y Buenos Aires mientras me proporcionaban múltiples motivos de reflexión a partir de citas, referencias, diálogos y pensamientos. Porque el libro no es solo una historia de amor, de amistad y de nostalgia, sino que está lleno de ideas y sugerencias. A través de lo que sus protagonistas sentían y decían (y, sobre todo, dicen tanto…), yo confirmaba la sospecha de que en algún momento de la historia de la humanidad, habíamos tomado un camino equivocado; y de que era posible encontrar  una salida.

Además, su forma me resultaba totalmente novedosa: se puede leer, al menos, de dos maneras. Yo lo hice siguiendo las indicaciones del autor, Julio Cortázar, en el “tablero de dirección”, saltando de un capítulo (o fragmento) a otro, yendo “del lado de acá” hasta el “lado de allá” y al revés. Pero también se puede leer una página tras otra hasta llegar a los capítulos “prescindibles”, a cuya lectura se puede renunciar.

               No soy yo la única que opina así, pero creo que “Rayuela” es un libro al que acercarse en la adolescencia o en la juventud, porque quizás sus propuestas no tengan el mismo eco más tarde, cuando somos adultos y estamos encarrilados con múltiples obligaciones, sin tiempo para busca ningún sentido a la existencia. Sin embargo, dudo en recomendarlo: lo que a unos nos da la vuelta como si fuéramos un guante, a otros puede parecerles irrisorio o intrascendente. Incomprensible, sin más. No es una lectura fácil.

               En cuanto a mí, no he vuelto a leerlo. Tengo miedo de que ahora me defraude, de que no me ofrezca lo que entonces creí encontrar en él. El libro es el mismo, pero la mirada es distinta. Aunque la verdad, es que al volver en este momento a hojearlo, me han vuelto muchos ganas de hacerlo. Su lectura me espera de nuevo.

Teresa Sánchez (Dpto. de Lengua castellana y literatura)

Profesora IES Ítaca.

 

 

 

 

 

 

 

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