Leyendo se entiende la gente: NY City. Escalinatas, de Will Eisner.
Esta maravilla que aún conservo llegó en un cómic que compré siendo aun estudiante y que ofrecía un especial en 3D. Curiosamente lo que se quedó en mi retina no fueron las líneas rojas y verdes de la ilusión tridimensional, sino las siete primeras láminas de la revista. Con 18 o 19 años aun desconocía al maestro Will Eisner, pero estas tres primeras láminas de escaleras me fascinaron. No era sólo el dibujo, el tono, sino cómo el artista alteraba el tiempo y el espacio en función del relato que estaba contando. Qué montaje y eso que en aquel momento no sabía explicar el por qué de esa fascinación. Estas tres páginas forman parte de uno de los álbumes que Will Eisner hizo sobre su ciudad, Nueva York: escalinatas, cubos de basura, metro… todas estas novelas gráficas tienen la capacidad plástica, bajo su pluma, de convertirse en hermosos relatos, homenaje a la ciudad, a su gente, de la misma manera que va a hacer, más o menos en ese tiempo, el cineasta Woody Allen. La página inicial funciona como presentación, como títulos de crédito, pero en ella vemos ya la maestría de Eisner. El artista repite en estos micro relatos, a la manera de firma, de homenaje, la perspectiva aérea en la que se divisa el skyline neoyorkino, divisado desde su barrio de Brooklyn. Es una genialidad, un homenaje al lugar en el que creció y vivió. La primera página nos invita a entrar en ese Nueva York subjetivo, en el que creció, esas escalinatas que todos conocemos por el cine y que recuerdan esos bancos a la entrada de las casas, en los pueblos, en las que se reúnen los vecinos, al fresco, en los veranos de nuestro país. Así ve Will Eysner Nueva York, una mezcla de emigrantes sucesivos que llegan a la Gran Manzana buscando una vida mejor. La página siguiente es un plano general de la calle, en la que hemos girado el punto de vista y observamos a los secundarios de la acción: la suciedad, la calle, sus habitantes, el calor, la baja iluminación… Y ya empezamos a jugar con el espacio tiempo del relato: dentro del plano aparecen viñetas que ralentizan y tensionan la historia, la agresión, el robo. Los personajes, a la manera de Einsenstein en el cine, no son personajes principales, son la gente corriente del barrio. No retenemos sus caras, sus expresiones, sino las acciones, que se pueden extrapolar a cualquier barrio de la ciudad, de Nueva York o Madrid. El dibujo es fantástico, el ladrón parece un phantomas en contraluz. La viandante, tras resistirse, pierde el bolso y la comida para la cena, con la expresividad del rostro que potencia la agresión sufrida. En el momento de mayor tensión (mujer en el suelo y el agresor que ha encontrado el botín) finaliza la viñeta y nos obliga a mirar rápidamente la siguiente página, necesitas saber qué ha ocurrido. Will Eisner no utiliza primeros planos, ¡no los necesita! La página siguiente y que finaliza el micro relato, es maravillosa. Parece una evocación de una de las escenas principales de El Fotógrafo de Buster Keaton: reproduce la escalera (verdadera protagonista) cuatro veces repetida y sólo una encerrada por la viñeta ,un rectángulo que fuerza la mirada hacia el hueco izquierdo, en un plano más cercano. En la primera escena, los vecinos que observan la agresión se enfrentan sin levantarse, como colectivo, al ladrón que les responde. En la siguiente escalera, el phantomas ya se ha ido con el botín, y la víctima les reprocha a los observadores su inanición. Pero, maravillosamente, nuestra vista retrocede hacia la izquierda y en el tiempo, vemos como la agredida recoge la cena (sabemos que es antes de la agresión, porque vemos la huida del agresor, y la acción rutinaria de recoger la compra que luego, aparece en su brazo). La última escalera cierra la acción, cada uno sigue con lo suyo, con el ritmo de la ciudad, que aparece como protagonista, borrosa, al fondo. Es una narración y un dibujo que se desarrolla a expensas del relato. Cómo me impresionó siendo estudiante y cómo me sorprende aun ahora. Muestra el oficio y la investigación dentro de un relato, de uno de los mayores transformadores y creadores del lenguaje del cómic, el maestro Will Eisner.
Rosa Vázquez (dpto. de Dibujo)