Tolerancia a la diversidad.

 


Hoy, como cada mañana, he bajado al instituto en autobús. En los últimos años, me he dado cuenta de que el transporte público es la mejor metáfora que se pueda hacer de prácticamente cualquier aspecto de la vida. Madre solteras con sus hijos aferrados a las manos, inmigrantes que madrugan para ir a un trabajo de dudosas condiciones, grupos de ancianos charlando animadamente sobre el próximo partido de torneo de petanca de la temporada, estudiantes repasando con preocupación los apuntes del examen que enfrentarán en cuanto se apeen… Personas de todas las nacionalidades, edades e identidades, que representan no solo los parecidos sino también las diferencias que conforman la diversidad inevitable con la que convivimos.


Sin embargo, es también en estos focos de variopintas personalidades donde más ataques a la diversidad tienen lugar. Desde una mirada amenazante fija en alguien “diferente” durante un breve paseo en bus, hasta la confrontación física y verbal en un vagón de metro. Varias veces, he sido testigo de cómo unas jóvenes con hiyab se estremecían en el asiento, intimidadas por el odio reflejado en los ojos de otro pasajero. Muchas veces, me he sentido asqueada por los comentarios de unos escolares que se burlaban de una madre que ayudaba a su hija con discapacidad mental a colgarse la mochila. Demasiadas veces, hemos visto noticias de ataques a personas en el metro, sin fundamento aparente. Sin embargo, sí lo hay. La intolerancia a la diversidad es más que evidente, y aceptar que no somos todos iguales, una necesidad imperativa.


Alma Aisha Echatri. (2BC)

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