Leyenda ( III)

 


La vieja era


Cuenta la leyenda de un bosque lleno de magia. Un oráculo capaz de verlo todo y un apocalipsis. Una legendaria batalla entre la muerte y la vida. Un tenebroso ejército y dos jóvenes cuyo destino estaría mucho más allá de lo que podrían alcanzar. Y un cambio. Un terrible cambio que acabaría con nuestro mundo tal y como lo conocemos. Los ancianos lo sabían y lo guardaron en este libro para que se supiese la verdad. Y ahora yo, lo transcribo ante y para todos vosotros para que perdure esta leyenda. Esta primera etapa ancestral de la humanidad. La era de los hechiceros.


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En una batalla decisiva, en lo alto de los cielos. Una batalla que lo marcaría todo, Dante, quien había previsto todo aquello, miraba de arriba a abajo a Pétalo, el génesis de todo aquello . Había estudiado sus movimientos, todo lo que pasaría y lo que no pasaría, pero de lo que debía prevenirse. Había estudiado a su contrincante cuidadosamente, pero aun así, la inseguridad recorría sus venas. Había algo en su mirada que lo inquietaba. No era capaz de descifrar de qué se trataba, pero lo asustaba. Porque aquella mirada no significaba otra cosa que guardaba un as en la manga. Ella sonrió, con su característica divertida sonrisa con la que meses atrás se habían conocido. Dante echó la vista atrás y volvió a preguntarse por enésima vez: ¿cómo había sucedido aquello? Todavía no lo comprendía, pero trató de concentrarse el destino de la humanidad estaba en sus manos. Si lo lograba, esta progresaría. Si no era así, comenzaría una nueva era. La era de los hechiceros. Y sabía lo que sucedería. Serían esclavos de la magia. Y no podía permitirlo. Las manos de la chica se iluminaron levemente en el cielo nocturno. Preparaba algo. Dante se puso a la defensiva. A juzgar por su sombría mirada, aquello era grande. Puede que incluso más grande que ella. Cerró los ojos. Que podía ser... Debía anticiparse a ello. Era lo último que le quedaba. La miró de arriba a abajo de nuevo. No era capaz de verlo. Se sintió de repente perdido, pero no perdió su fe. No podía perderla. Ahora no. Entonces, apareció. ¿Cómo? Sin duda, había logrado sorprenderle de nuevo. Creía haber acabado con ella ya. Observó al oscuro ser, que preparaba un letal conjuro. Debía defenderse cuanto antes. Sin duda, sabía lo poderosa que era la reina de las ánimas, así que tenía ventaja. Sabía lo que estaba por venir. Esquivó los feroces ataques de la regenta, que furiosa, contempló la escena resignada. Entonces lo vio. Aquel conjuro había agotado tanto a Pétalo como a la reina. Era su momento. Giró entre sus manos el cetro y sonrío. Fin del juego. Un poderoso rayo fluyó desde el bastón hacia ambas hechiceras, que con una mirada llena de sorpresa y desesperación trataron de evitar lo inevitable. Segundos después sus cenizas caían suavemente en el suelo y de sus ojos, una simple lágrima. Había sido su amiga, pero había llegado demasiado lejos. Era ella o la sociedad entera. Lo sentía por Pétalo. Ojalá las cosas no hubiesen acabado así. Se marchó de aquel lugar, desvaneciéndose como si se tratase de vapor. Habían vencido. Había librado a la humanidad. Pero, ¿a qué precio?


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Así fue, como la magia se esfumó de este mundo. La humanidad logró salir adelante, pero realmente dejó esta de existir alguna vez. Por mucho que los libros de historia nos inciten a creer lo contrario, ¿existe alguna remota posibilidad de que todo sea mentira? ¿Otra mera invención de la humanidad? Nunca se sabe. Quizás, por muy difícil que parezca, aquí y ahora, este resurgiendo de nuevo la magia. Pero hasta que se diga lo contrario, la magia, tan solo seguirá siendo un sueño de niños. Y esta historia, otra leyenda más.


Mateo Blancas

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