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Mostrando entradas de octubre, 2024

Perseguidos por el destino

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  Dicen que cuando vas a morir ves pasar toda tu vida por delante para intentar encontrar alguna solución a tu problema mortal. Puede pasar en cinco segundos pero se te hacen horas. Eso solo te pasa cerca de la muerte. El tiempo pasa rápido -me dije a mí mismo. Uno no se entera de lo rápido que pasa el tiempo hasta que se acaba. Por eso, nunca debes de esperar a que el tiempo se termine, siempre hay que intentar mejorar antes de que finalice. Porque la muerte puede llegar a cualquier hora. Suele suceder pocas veces pero puedes llegar a saber cuando la muerte te espera, es espontánea, pero si nuestro destino se fija no hay más que hacer. 23 de julio, el día mas caluroso del verano, mis amigos y yo estabamos comentando sobre el partido de fútbol de ayer, sobre como habíamos ganado. Estuvimos un rato caminando hacía la plaza, al llegar a la plaza sin aviso alguno, todas las luces se apagaron y vimos una estela de fuego arder sobre hojarasca seca, “34 minutos”, me comentaron, no p

El corazón con cien balazos

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  El corazón con cien balazos. Está aturdido. Lo suyo no es un latido, más bien un temblor, un eco del rítmico pasado, la promesa de un fuerte futuro. "Es un corazón valioso"dicen. Un corazón cansado. Un corazón que, otra vez más, está hecho de tripas. Volverá a bailar, pero hoy no. Hoy le toca ser el corazón de cien balazos. Vera Bertalmío.

Las Palabras

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  Era un bonito día de otoño, de esos en los que dan ganas de salir a pasear, pisar las hojas secas, pero que, sin embargo, la gente se encierra en sus casas, se pone la televisión y se dedica a dejar que les absorba el alma. En cambio, una niña acaba de aparecer en la plaza del pueblo. Es baja, pelirroja y muy pecosa. Se detuvo en la fuente a llenar su botella y se encaminó hacia el bosque. Los pájaros piaban y una suave brisa mecía las hojas de los árboles. La niña anduvo hasta llegar a un árbol hueco, apoyó su mano en el tronco y cerró los ojos. El árbol se empezó a mover, dejando a la vista una escalera de caracol. Después de bajar los trescientos escalones, se encontró en una amplia galería, de paredes y suelo rocosos, en la que comenzó a tiritar por la humedad del ambiente. Una enorme cascada tapaba la salida y la niña, la atravesó, el agua estaba fría, pero no le importó, sabía que lo que encontraría detrás merecería la pena. Cuando abrió los ojos, se encontró en una roca,